Ojalá que siempre ( o al menos un par de veces al año) podamos tener una tarde con los pies en la arena, el viento soplando en la cara, el mar susurrando en los oidos y el silencio del sol dibujando las nubes. Que siempre podamos volver a la orilla... donde la tierra y el mar se abrazan, donde poder ver al padre sol cruzando el horizonte y sentir en nuestra piel como lentamente va llegando la noche.
De allí vengo regresando...con el pelo lleno de viento, las manos felices de arena, los pies salados de mar, los ojos brillantes de sol y corazón cantando cantando cantando de pura alegría, felicidad y contento.
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