Si me rindo ante el despótico incierto de la mente,
los caminos se vuelven torcidos.
Las escamas de mi piel se secan,
dejan de respirar mis peces
y las burbujas de aire
se hacen espesos terrones de barro.
Cuando esos trozos me hieren la boca,
la sangre de las palabras coagula mis labios
y no hay aire en los reflejos,
un pez aletea en mis inciertos.
Branquias del delirio sobre mis dedos,
es la forma de soltar, escribir, respirar
el único camino para no secarme
en el moho de esta casa de cristal,
en los barrancos de la pequeña pecera…
que se acaba de quebrar sobre la mesa.
2.6.06
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